Pocas personas que no sepan programar ni estén muy metidas en el mundo de la informática se dan cuenta de un hecho básico para entender toda la tecnología electrónica: ninguna máquina es inteligente, todo su funcionamiento se basa en convenciones. Puder leer en algunas presentaciones.
Si una máquina o programa sólo sabe manejar números de dos cifras y un resultado tiene que representarse en tres o más, simplemente no será capaz de darlo. En cierta manera, puede decirse que todo es un gran «engaño», que se mantiene mientras se cumplan esas convenciones.
Si no las cumplimos, los sistemas no nos podrán dar los resultados que queremos (e incluso, en algunos casos, nos darán resultados inesperados en vez de informarnos de que ha habido un error).
A algunos les podrá parecer exagerado o «apocalíptico» decirlo así, pero es cierto. Las máquinas realmente no saben ni sumar, no tiene capacidad de «saber» nada. Simplemente son un conjunto de componentes electrónicos que reaccionan a la electricidad que les llega por unos cables mandando electricidad por otros.
A otras personas puede que estos dos párrafos no les digan nada: «¿Y qué si realmente no saben sumar? Parece que suman, que es lo que nos importa. Nos dan lo que queremos: resultados». Y tienen razón, pero eso deja escapar un hecho crucial: todas las máquinas funcionan mientras se cumplan unas ciertas convenciones. Si no hay unas reglas aceptadas y establecidas, las máquinas son inútiles. Si se rompen las reglas, las máquinas dejan de funcionar. Si les damos unos datos de entrada que no esperan, en el mejor de los casos la salida será aleatoria. Las máquinas no pueden imaginarse nada, no son inteligentes
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